martes, 27 de noviembre de 2012

Crónica de semblanza

LE PEGABAN TODOS SIN QUE ÉL LES HAGA NADA

Su sola presencia provocaba alteración. Bajo la abundante melena negra, su faz mostraba líneas duras y definidas. La nariz era enérgica y el mentón, aún más. Sus ojos oscuros y profundos, como si se sumergieran en una tristeza infinita. Su perfil meditabundo con barbilla reposada en la palma de su mano y los dedos recogidos, cual risueño,  marcó su imagen y creó un icono para los peruanos.
César Abraham Vallejo Mendoza, nació un 16 de marzo de 1892 en la Libertad, en un pequeño pueblo de Santiago de Chuco. Nadie imaginaba que aquel niño solitario, el último de once hermanos, cual suplente de un equipo de futbol, y que creció en uno de los más recónditos lugares del Perú,sería el poeta escritor más reconocido y admirado mundialmente. 

   De pequeño sus padres querían dedicarlo al sacerdocio, será por eso que Una vez tocado por la religión, nunca la dejó totalmente, plasmándolo en sus versos. Estudió primaria y secundaria en su misma tierra. Y fue  en su capital donde quiso estudiar Letras, en la Universidad Nacional de Trujillo. Pero aunque la carencia económica frustró sus estudios, retorna a su pueblo para apoyar a su padre en sus tareas administrativas de gobernador, donde toma contacto con la realidad de los trabajadores de las minas de Quiruvilca, que luego lo recordaría en su obra El Tungsteno.

Para costearse sus estudios, en 1913 trabaja como maestro en el Centro Escolar de Varones Nº 241 en Trujillo, y luego fue profesor del primer año de primaria en el Colegio Nacional de San Juan, en donde por primera vez Ciro Alegría lo conocería para no olvidarle jamás.             

 La puntualidad no lo describía, quizás porque se entre­gaba mucho a la crea­ción o a tras­no­char en com­pa­ñía de ami­gos –que lo eran suyos todos los escri­to­res jóve­nes de la ciu­dad– o a sus estu­dios de uni­ver­si­ta­rio. Cesar Vallejo era un ser humano siempre sumergido en su mundo interior.Era tan abstracto y distraido que creaba su propio mundo en el mundo real.

Sus poemas creaban cada vez más polémicas. En Tru­ji­llo, tenía detrac­to­res tenaces, así como fieles seguidores. Sus composiciones y su propia personalidad, al igual que muchos otros escritores de su época, eran muy avanzados para ese siglo que iba recuperando la guerra de Chile y que en 1919 entraría a una dictadura de once años. Muy pocos entendían el vanguardismo y el símbolismo que expresaba en sus prosas.  Fue por ello de Clemente Palma (hijo de Ricardo Palma) le criticase un día a una de sus obra como mamarracho. Fue después de esa desilusion en Lima donde Vallejo llega a entrevistarse con José María Eguren y con Manuel González Prada, a quien los más jóvenes consideraban entonces un maestro y guía y se vincula con los escritores e intelectuales  Abraham Valdelomar y su grupo Colónida,y con José Carlos Mariátegui; con quienes hace profunda amistad.

Tras la muerte de su madre en 1918, Vallejo regresa a su pueblo, en donde se le acusa injustamente como participante de un incendio y saqueo de una casa del pueblo. Es por ello que fue llevado a la cárcel y tras su libertad publicó su segundo poemario, Trilce prologado por su amigo Antenor Orrego.

A los 31 años, cansado de la mediocridad local, viaja en 1923 a Europa para no regresar jamás. Y digo jamás, porque fue en Paris donde imaginó su muerte y fue un 15 de Abril del viernes santo cuando fallece de una enfermedad hasta entonces desconocida (paludismo), a la todavía edad temprana de los 46 años. El 3 de abril de 1970, su viuda y ex alumna de Lengua y Literatura, Georgette, cumple uno de los sueños más caros del poeta y traslada los restos alcementerio de Montparnasse, escribiendo en su epitafio:
He nevado tanto para que duermas.                
César Vallejo y su esposa Georgette

En la actualidad César Vallejo es considerado entre los más grandes innovadores de la poesía del siglo XX. y en  en opinión quizás de todo peruano conocedor "el más grande poeta universal".

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