martes, 27 de noviembre de 2012

Crónica de semblanza

LE PEGABAN TODOS SIN QUE ÉL LES HAGA NADA

Su sola presencia provocaba alteración. Bajo la abundante melena negra, su faz mostraba líneas duras y definidas. La nariz era enérgica y el mentón, aún más. Sus ojos oscuros y profundos, como si se sumergieran en una tristeza infinita. Su perfil meditabundo con barbilla reposada en la palma de su mano y los dedos recogidos, cual risueño,  marcó su imagen y creó un icono para los peruanos.
César Abraham Vallejo Mendoza, nació un 16 de marzo de 1892 en la Libertad, en un pequeño pueblo de Santiago de Chuco. Nadie imaginaba que aquel niño solitario, el último de once hermanos, cual suplente de un equipo de futbol, y que creció en uno de los más recónditos lugares del Perú,sería el poeta escritor más reconocido y admirado mundialmente. 

   De pequeño sus padres querían dedicarlo al sacerdocio, será por eso que Una vez tocado por la religión, nunca la dejó totalmente, plasmándolo en sus versos. Estudió primaria y secundaria en su misma tierra. Y fue  en su capital donde quiso estudiar Letras, en la Universidad Nacional de Trujillo. Pero aunque la carencia económica frustró sus estudios, retorna a su pueblo para apoyar a su padre en sus tareas administrativas de gobernador, donde toma contacto con la realidad de los trabajadores de las minas de Quiruvilca, que luego lo recordaría en su obra El Tungsteno.

Para costearse sus estudios, en 1913 trabaja como maestro en el Centro Escolar de Varones Nº 241 en Trujillo, y luego fue profesor del primer año de primaria en el Colegio Nacional de San Juan, en donde por primera vez Ciro Alegría lo conocería para no olvidarle jamás.             

 La puntualidad no lo describía, quizás porque se entre­gaba mucho a la crea­ción o a tras­no­char en com­pa­ñía de ami­gos –que lo eran suyos todos los escri­to­res jóve­nes de la ciu­dad– o a sus estu­dios de uni­ver­si­ta­rio. Cesar Vallejo era un ser humano siempre sumergido en su mundo interior.Era tan abstracto y distraido que creaba su propio mundo en el mundo real.

Sus poemas creaban cada vez más polémicas. En Tru­ji­llo, tenía detrac­to­res tenaces, así como fieles seguidores. Sus composiciones y su propia personalidad, al igual que muchos otros escritores de su época, eran muy avanzados para ese siglo que iba recuperando la guerra de Chile y que en 1919 entraría a una dictadura de once años. Muy pocos entendían el vanguardismo y el símbolismo que expresaba en sus prosas.  Fue por ello de Clemente Palma (hijo de Ricardo Palma) le criticase un día a una de sus obra como mamarracho. Fue después de esa desilusion en Lima donde Vallejo llega a entrevistarse con José María Eguren y con Manuel González Prada, a quien los más jóvenes consideraban entonces un maestro y guía y se vincula con los escritores e intelectuales  Abraham Valdelomar y su grupo Colónida,y con José Carlos Mariátegui; con quienes hace profunda amistad.

Tras la muerte de su madre en 1918, Vallejo regresa a su pueblo, en donde se le acusa injustamente como participante de un incendio y saqueo de una casa del pueblo. Es por ello que fue llevado a la cárcel y tras su libertad publicó su segundo poemario, Trilce prologado por su amigo Antenor Orrego.

A los 31 años, cansado de la mediocridad local, viaja en 1923 a Europa para no regresar jamás. Y digo jamás, porque fue en Paris donde imaginó su muerte y fue un 15 de Abril del viernes santo cuando fallece de una enfermedad hasta entonces desconocida (paludismo), a la todavía edad temprana de los 46 años. El 3 de abril de 1970, su viuda y ex alumna de Lengua y Literatura, Georgette, cumple uno de los sueños más caros del poeta y traslada los restos alcementerio de Montparnasse, escribiendo en su epitafio:
He nevado tanto para que duermas.                
César Vallejo y su esposa Georgette

En la actualidad César Vallejo es considerado entre los más grandes innovadores de la poesía del siglo XX. y en  en opinión quizás de todo peruano conocedor "el más grande poeta universal".

sábado, 24 de noviembre de 2012

Crónica de un hecho personal de alguien

Ridiculez

Mónica todos los días se alista a las 10 de la mañana para ir a unas de las grandes tiendas designadas para impulsar en ellas. Empezó capacitándose en la empresa Adecco, una distribuidora especializada en ventas de productos de belleza, como Maybeline N.Y. y Loreal.

 La cansada consultora, luego de laborar horas atendiendo de pie (le llaman la atención si la ven mucho tiempo sentada) en los Sagas Falabella de diferentes distritos. Generalmente, la hora de almuerzo de las promotoras es a las dos de la tarde,  donde aprovechan para tomar un descanso. En muchas de estas tiendas han pasado hechos que hacen que las trabajadoras de service sientan incomodidad en su estancia. 

En Saga Falabella de San Isidro, cuando Mónica y sus demás compañeras fueron al comedor notaron que al fondo, donde los muebles son más cómodos, no había nadie, entonces decidieron sentarse ahí un momento. Pero grande fue su sorpresa cuando observaron un hombre alto y robusto, contratado para hacer guardia y no darles el pase al quien no sea trabajadores de la tienda. La llamada "zona vip" de Saga en San Isidro (en otras tiendas no pasa lo mismo) gastan una salario para un guardia de seguridad que vigila esta zona. En la misma perfumería de Saga se hizo firmar papeles para aceptar no sentarse en esa zona vip. Al parecer aceptaron ese trato cuando firmaron por política de la empresa.

Tambien hay problemas respecto a los jefes y supervisores.
"En las reuniones de Adecco siempre nos da dolores de cabeza al escuchar las quejas que tienen sobre nosotras, las supervisora, felizmente la jefa solo va unas cuentas veces a las tiendas, donde también vigila  a nuestra supervisora de Maybeline y Loreal", nos declara Mónica, que también nos comenta la razón por la que no gusta de ir a las reuniones.

En Saga Falabella de Megaplaza, una promotora de esmaltes "OPI" fue prácticamente humillada por el jefe de mantenimiento porque se le cayeron dos esmaltes cuando limpiaba el estante. El señor que era "robusto e intimidante", le gritó en frente de las demás clientes y promotores haciéndole llorar. 

Una noche, cuando Mónica ya iba a retirarse a casa, su compañera le pidió el favor de cuidar  su estante mientras traía algunos productos. Minutos después el jefe de zapatería (que también supervisa la zona de perfumería) le pregunta malhumorado dónde estaba la otra supervisora y quien era la que estaba a cargo. "La manera en cómo lo hizo no me pareció la correcta, así que no le contesté. Me volvió a preguntar lo mismo ahora casi gritándome, le contesté que yo era la que estaba a cargo. El jefe (de unos veinte y tantos años), amenazó que no le conteste así o sino me botaría del local. Yo molesta le contesté que ya estaba de salida y que no me hable así". Cuando Mónica (de 39 años), regresó al día siguiente, atendió en su puesto y ejerció su trabajo, pero no pudo completarlo. Al rededor de la una de la tarde, su jefe la vió y acompañado del jefe de seguridad, la botaron de la tienda. Cuando Mónica le pidió una explicación, su jefe se quedó callado, dando pase a que el jefe de seguridad argumente de la "actitud" hacia sus superiores. "Le conté lo que sucedió a mi supervisora. Tenía ganas de renunciar, pero tengo dos hijas estudiando. decidí cambiarme de tienda."


Por ahora, el trajín de Mónica es más tranquilo. "En Saga de Plaza Norte todo es tan distinto, no hay jefes que te incomoden o humillen, las compañeras son unidas y no hay esa ridiculez de poner un guardia a los muebles.". Felizmente, Mónica no se encontró otra vez con esa ridiculeces que causan vergüenza a la imagen de las otras tiendas.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Crónica del Terrorismo en el Perú

Hacia un "Sendero Luminoso"

 El Amauta José Carlos Mariátegui, no imaginó jamás que su ideología basada en el comunismo de Karl Marx, e interpretado en su obra: "Los siete ensayos" en los años de 1930, influiría de manera  negativa y violenta en el Perú.
  Lamentablemente la temprana desaparición de Mariátegui fue un duro golpe para la consolidación del movimiento socialista a nivel nacional. Su ideología se tergiversó con el pasar del tiempo, movimientos campesinos y demás organizaciones sociales, continuaron desarrollando el legado de Mariátegui. El socialismo se hacía conocido en el Perú, pero modificado.Nadie imaginaría que las máximas de Mariategui inspirarian tanto TERROR en la gente. «El marxismo-leninismo abrirá el sendero luminoso hacia el futuro», tiempo después Abimael Guzmán tomaría estas palabras para fundar su movimiento "revolucionario".

Origen del Terrorismo
Los cañones de Sendero iniciaron sus disparos, un 24 de Diciembre de 1980, en la víspera de Navidad, Abimael Guzman había declarado la guerra al gobierno de Belaunde. El país estaba debilitado, cual enfermo en estado terminal, situación que el grupo terrorista aprovechó para crecer inconteniblemente. 
El Gobierno de Belaunde sólo atinó a enviar a la policía y al ejercito para combatir a las subversivos. Ayacucho se convirtió en la tierra "sin rostros", nadie sabía quién era quién, los militares mataban civiles, los civiles mataban a periodistas, y los terroristas mataban a cualquiera que se movía. 

jueves, 25 de octubre de 2012

Discriminación en grandes tiendas

MALTRATO Y DISCRIMINACIÓN EN LOCALES DE SAN ISIDRO Y OTROS CENTROS CULTURALES 

Saga Falabella, San Isidro

¿Qué tienen en común empresas como Ripley, Saga Falabella, Banco Saga Falabella y Boticas Fasa? 

 Estas empresas chilenas no sólo se burlan de las Leyes, de las autoridades y de sus trabajadores, sino también de ti amigo lector, por cuanto tus madres peruanas, tus padres peruanos, tus hijos peruanos, tus amigos peruanos, algún familiar o al menos alguno de nosotros le hemos comprado algún producto y/o servicio a estas empresas. Y esa compra, esa inversión lamentablemente no se refleja en beneficio de país, mucho menos en la de sus trabajadores.
 Casos de discriminación y maltrato a promotores y trabajadores en tiendas de departamentos se ven reflejado en el campo laboral como en Saga Falabella de San Isidro y de Megaplaza. 

"Trabajo como promotora de ventas de la Empresa Adecco que nos distribuye a diferentes tiendas o supermercados.  En Saga Falabella de San Isidro,  despues de horas de vender y atender de pie, vamos al comedor donde en el fondo hay muebles donde descansan los trabajadores de Saga, le llaman la zona vip, pero los que somos trabajadores de services no podemos sentarnos a pesar de que estén vacíos, hasta han contratado un guardia de seguridad que nos prohíbe el pase y argumenta que solo son para trabajadores de la tienda. ", nos explica una consultora de Maybelline.

viernes, 19 de octubre de 2012

Entrevista de Perfil al Alcalde Freddy Ternero

 LA NECESIDAD ECONÓMICA DE SAN MARTÍN DE PORRES


Freddy Ternero Corrales (Lima, 1962), ex futbolista campeón de la Copa Perú y entrenador que dirigió la selección de Cienciano del Cuzco logrando el título de la Copa Sudamericana 2003 y la Recopa 2004. Hasta entonces su pasión por el deporte y las oportunidades de entrenar a grandes equipos se vio comparado por el gran aprecio hacia el distrito donde nació y que quería ver superar, fue así que en el 2006 postuló a la alcaldía de San Martín de Porres, siendo elegido y posteriormente Relegido para el periodo 2011-2014.

La Historia del distrito de San Martín de Porres era muy complicada, hasta el año 2006 ningún alcalde continuaba su periodo, se habían acumulado deudas millonarias y perdido territorio, el distrito se iba quedando en comparación de otros distritos. “Al darme cuenta de la situación en que se encontraba San Martín de Porres decidí, con el apoyo de grupos vecinales, postular a la alcaldía con el objetivo de mejorar el nivel de vida de la población” explicó el entrenador.

La faceta como alcalde era un nuevo desafío, tuvo que hacer frente a la gran escasez de recursos en que se encontraba la municipalidad, “Habría que hacer frente a un municipio totalmente descuidado, la tesorería estaba en cero, con deudas, infraestructuras precarias y las calles llenas de basura”, con seriedad nos comentó el alcalde. “Solo el 3% de la población pagaba los impuestos debido a la condición económica de pobreza en que se encontraban ciertos sectores”.

sábado, 6 de octubre de 2012

Crónica de SMP


LA NECESIDAD ECONÓMICA DE SAN MARTIN DE PORRES

 Desde el punto de vista de un ciudadano y alcalde Freddy Ternero:

La idea de ser alcalde lo veía observando muchos años atrás. Nací en el distrito de San Martín de Porres y notaba lo poco avanzado que estaba a comparación de los distritos limítrofes. Había sectores muy grandes de la comunidad que no tenían agua ni desagüe,los jóvenes que no tenian espacios para desarrollar otras actividades, el distrito se iba quedando en relación a la gran cantidad de  población que tiene y la cual va incrementando considerablemente.

Todo eso lo veía en el 2000, cuando era entrenador. Por eso cuando acaba la etapa del 2005 yo decidí postular con un grupo de vecinos a la alcaldía, tuve propuestas para dirigir como técnico de futbol pero decidimos trabajar por la comunidad. Uno como ciudadano piensa crecer profesionalmente y realizarse de manera individual, pero para nosotros la idea que predominaba era ayudar a la mayor cantidad de gente, mejorar su calidad de vida,, ingresamos a la política básicamente como un grupo vecinal. Tuvimos la oportunidad de ser acogidos por un partido político, no teníamos agrupación política,  en el segundo periodo fuimos invitados por otro grupo político para lanzarnos a la relección.


lunes, 1 de octubre de 2012

EMMA ZUNZ (EL ALEPH)


(13) Los ladridos tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar. Desordenó el diván, desabrochó el saco del cadáver, le quitó los quevedos salpicados y los dejó sobre el fichero. Luego tomó el teléfono y repitió lo que tantas veces repetiría, con esas y con otras palabras: Ha ocurrido una cosa que es increíble... El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga... Abusó de mí, lo maté...


(14) La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios. 

(1) El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve o diez líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido por error una fuerte dosis de “Veronal” y había fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión de su padre firmaba la noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande, que no podía saber que se dirigía a la hija del muerto.

(3) En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día, el suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos días felices fue Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay, recordó (trató de recordar) a su madre, recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges de una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los anónimos en el suelto sobre "el desfalco del cajero", recordó (pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había revelado, ni siquiera a su mejor amiga, Eisa Urstein. Quizá rehuía la profana incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculo entre ella y el ausente. Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma Zunz derivaba de ese hecho ínfimo un sentimiento de poder.

(9) Aarón Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus pocos íntimos, un avaro. Vivía en los altos de la fábrica, solo. Establecido en el desmantelado arrabal, temía a los ladrones; en el patio de la fábrica había un gran perro y en el cajón de su escritorio, nadie lo ignoraba, un revólver. Había llorado con decoro, el año anterior, la inesperada muerte de su mujer -Juna Gauss, que le trajo una buena dote-, pero el dinero era su verdadera pasión. Con íntimo bochorno se sabía menos apto para ganarlo que para conservarlo. Era muy religioso; creía tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximía de obrar bien, a trueque de oraciones y devociones. Calvo, corpulento, enlutado, de quevedos ahumados y barba rubia, esperaba de pie, junto a la ventana, el informe confidencial de la obrera Zunz.

 (2) Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto continuo comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte de su padre era lo único que había sucedido en el mundo, y seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto. Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez ya era la que sería. .

(4) No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto su plan. Procuró que ese día, que le pareció interminable, fuera como los otros. Había en la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró, como siempre, contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo, fue con Eisa a un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se inscribieron; tuvo que repetir y deletrear su nombre y su apellido, tuvo que festejar las bromas vulgares que comentan la revisación. Con Eisa y con la menor de las Kronfuss discutió a qué cinematógrafo irían el domingo a la tarde. Luego, se habló de novios y nadie esperó que Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años, pero los hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico... De vuelta, preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, se acostó y se obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes quince, la víspera.

(6) Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y quizá improcedente. Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez. ¿Cómo hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por Almagro, en la calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró, inadvertida, por la indiferente recova... Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fin con hombres del Nordstjiirnan. De uno, muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no fuera mitigada. El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo (en el que había una vidriera con losanges idénticos a los de la casa en Lanús) y después a un pasillo y después a una puerta que se cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman.

5) El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la inquietud, y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horas alcanzaría la simplicidad de los hechos. Leyó en La Prensa que el Nordstjiirnan, de Malmo, zarparía esa noche del dique 3; llamó por teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el escritorio, al oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a una delatora. Ningún otro hecho memorable ocurrió esa mañana. Emma trabajó hasta las doce y fijó con Eisa y con Perla Kronfuss los pormenores del paseo del domingo. Se acostó después de almorzar y recapituló, cerrados los ojos, el plan que había tramado. Pensó que la etapa final sería menos horrible que la primera y que le depararía, sin duda, el sabor de la victoria y de la justicia. De pronto, alarmada, se levantó y corrió al cajón de la cómoda. Lo abrió; debajo del retrato de Milton Sills, donde la había dejado la antenoche, estaba la carta de Fain. Nadie podía haberla visto; la empezó a leer y la rompió.

(8) Cuando se quedó sola, Emma no abrió en seguida los ojos. En la mesa de luz estaba el dinero que había dejado el hombre: Emma se incorporó y lo rompió como antes había roto la carta. Romper dinero es una impiedad, como tirar el pan; Emma se arrepintió, apenas lo hizo. Un acto de soberbia y en aquel día... El temor se perdió en la tristeza de su cuerpo, en el asco. El asco y la tristeza la encadenaban, pero Emma lentamente se levantó y procedió a vestirse. En el cuarto no quedaban colores vivos; el último crepúsculo se agravaba. Emma pudo salir sin que la advirtieran; en la esquina subió a un Lacroze, que iba al oeste. Eligió, conforme a su plan, el asiento más delantero, para que no le vieran la cara. Quizá le confortó verificar, en el insípido trajín de las calles, que lo acaecido no había contaminado las cosas. Viajó por barrios decrecientes y opacos, viéndolos y olvidándolos en el acto, y se apeó en una de las bocacalles de Warnes. Paradójicamente su fatiga venía a ser una fuerza, pues la obligaba a concentrarse en los pormenores de la aventura y le ocultaba el fondo y el fin.

(7) ¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó con débil asombro y se refugió, en seguida, en el vértigo. El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español; fue una herramienta para Emma como ésta lo fue para él, pero ella sirvió para el goce y él para la justicia.
(11) Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la madrugada anterior, ella se había soñado muchas veces, dirigiendo el firme revólver, forzando al miserable a confesar la miserable culpa y exponiendo la intrépida estratagema que permitiría a la Justicia de Dios triunfar de la justicia humana. (No por temor, sino por ser un instrumento de la Justicia, ella no quería ser castigada.) Luego, un solo balazo en mitad del pecho rubricaría la suerte de Loewenthal. Pero las cosas no ocurrieron así.

(12) Ante Aarón Loewenthal, más que la urgencia de vengar a su padre, Emma sintió la de castigar el ultraje padecido por ello. No podía no matarlo, después de esa minuciosa deshonra. Tampoco tenía tiempo que perder en teatralerías. Sentada, tímida, pidió excusas a Loewenthal, invocó las obligaciones de la lealtad, pronunció algunos nombres, dio a entender otros y se cortó como si la venciera el temor. Logró que Loewenthal saliera a buscar una copa de agua. Cuando éste, incrédulo de tales aspavientos, pero indulgente, volvió del comedor, Emma ya había sacado del cajón pesado el revólver. Apretó el gatillo dos veces. El considerable cuerpo se desplomó como si los estampidos y el humo lo hubieran roto, el vaso de agua se rompió, la cara la miró con asombro y cólera, la boca de la cara le injurió en español y en ídish. Las malas palabras no cejaban; Emma tuvo que hacer fuego otra vez. En el patio, el perro encadenado rompió a ladrar, y una efusión de brusca sangre manó de los labios obscenos y manchó la barba y la ropa. Emma inició la acusación que tenía preparada ("He vengado a mi padre y no me podrán castigar..."), pero no la acabó, porque el señor Loewenthal ya había muerto. No supo nunca si alcanzó a comprender.

(10) La vio empujar la verja (que él había entornado a propósito) y cruzar el patio sombrío. La vio hacer un pequeño rodeo cuando el perro atado ladró. Los labios de Emma se atareaban como los de quien reza en voz baja; cansados, repetían la sentencia que el señor Loewenthal oiría antes de morir.